"DISECCIÓN" la palabra favorita de todo alumno de anatomía que se precie, y por supuesto, la de nuestros chicos, también.
Como todo, los comienzos son duros, y hay que sobreponerse al "¡qué asco!", "¡qué mal huele!", "profe, yo eso no lo toco", para que poco a poco pase a ser "¡cómo mola!", "¡mira profe, mira!", "¡qué chulo!" y el omnipresente, "no profe, no quiero recoger, déjanos un poquito más". Pero, ¿Qué causa tanta admiración entre nuestros jóvenes?, la respuesta es sencilla, ni más ni menos que ver, tocar y abrir órganos de verdad, es decir, llevar a la práctica lo que estudian en clase de forma teórica, , lograr una imagen global del cuerpo humano como "máquina perfecta" en la que órganos, aparatos y sistemas están interconectados.
Estamos en época de pandemia, pero, ¿Cómo se van a quedar nuestros chicos sin esa ilusión de ver cómo flota un trozo de pulmón en agua, tocar los anillos cartilaginosos de la tráquea, o descubrir cómo es un corazón por dentro?. Por lo que, bisturí y bandeja en mano, mucho papel secante, y unos alumnos excelentes, logra lo impensable, una disección de asadura de cordero completa en medio de una clase, en los pupitres y "sin manchar".
Impagable ver las caras de nuestros alumnos durante la disección, sin duda, como mejor se aprende es haciendo.
Como decía el gran Charles Darwin, "el que sobrevive es el que mejor se adapta al cambio" bienvenida RESILIENCIA.
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