Rut nos envía estos fantásticos trabajos de BHC1 en los que algunos alumnos han escrito artículos de opinión a partir de la lectura de obras de la Literatura Universal contemporánea.
A propósito de El Diario de Ana Frank, Laura Corrales escribe con valentía "Mi vida en La Casa de Atrás". Tras una lectura reposada y crítica de la obra maestra de Orwell, 1984, Javier Rosado escribe "El poder de la verdad y la información". Por otro lado, David Blanco escribe "El Mago de Oz - Remake 2021", mezclando lugares y realidades tras la novelita homónima de Baum. Y Denisa Radescu nos reta con "¿Y tú has sentido miedo?" tras la lectura de El Retrato de Dorian Gray. Gracias, chicos, por confiar en comprender que lectura y escritura deben ir indisolublemente unidos.
Pasen y lean.
Mi vida en La Casa de Atrás
Cuando
elegí leerlo pensé: “No creo que sea muy duro, será normalito”, pero después de
leerlo vi que este libro tenía mucha historia dentro y además me di cuenta de cómo
es tan injusto y doloroso el mundo. Es entonces cuando se me vino el mundo
abajo, no pude retener las lágrimas. No entendía cómo una chica tan
inteligente, madura y con un futuro brillante por delante tenía que vivir
escondida y con miedo a morir a manos de soldados nazis o pasar el resto de su
vida en un campo de concentración. Ella y mucha gente más era completamente
oprimida y ninguneada por un dictador que no tenía corazón.
Además,
mientras leía el libro me sentía impotente. Impotente por no poder hacer nada.
Era tan inhumano todo lo que estaba pasando. Y aún así, Ana tenía la esperanza
de que su familia y los suyos iban a conseguir cumplir sus sueños. En parte uno
de los sueños de Ana se cumplió: era publicar un libro. Todo esto fue posible
gracias a su padre Otto. Y es que ya ha pasado mucho tiempo desde que ocurrió
todo, pero ¿Cuántas Ana Frank puede haber escondidas en los campos de
concentración reales y metafóricos que, por desgracia, aún existen?
Laura Corrales Fernández BHC 1
EL PODER DE LA VERDAD Y
LA INFORMACIÓN
ORWELL Y SU INFLUENCIA EN LAS SOCIEDADES DEL SIGLO XX1
Son muchas las posibles
finalidades de la literatura: emocionar y conmover, hacer disfrutar y
entretener, pero también lo puede ser el compromiso político y social. Cada uno
de estos tipos de literatura están representados por grandes clásicos y 1984
puede ser uno de los grandes ejemplos de literatura de compromiso. Sin
abandonar las características que hacen literarios a los textos, Orwell es
capaz de entretener, emocionar y defender una idea social al mismo tiempo. Es
muy difícil que alguien no consiga empatizar con la historia de amor entre
Winston y Julia y con su trágico final, y a la vez tampoco reevaluar muchos de
los esquemas políticos históricos o existentes en la actualidad.
Nos encontramos en la
primera mitad del siglo XX, quizás uno de los momentos de la historia de la que
los europeos se sienten más avergonzados. Fue una época de control, de muerte y
de terror, de cierre de fronteras y nacionalismos extremos, por lo que es
fácilmente entendible por qué Orwell produce una historia tan sumamente
distópica, ajustada en cierta medida a su contexto histórico tan complejo.
Sin embargo, 1984
no puede entenderse únicamente como la oposición contra un gobierno tirano,
sino como un conflicto con la verdad. George Orwell y su tan característica sociedad
orwelliana es capaz de reflejar un mundo autoritario cuya continuidad se basa
en el desconocimiento y la desinformación de los miembros de esa sociedad. No
es el poder en sí lo que mantiene al “Partido” en el poder, sino su capacidad
para alterar la opinión y los pensamientos de la gente. O mejor dicho, su
capacidad para fulminar esos pensamientos. Es por ello por lo que cualquier
fuente de información que no hubiese sido manipulada debía ser eliminada o
modificada. Cualquier resto de información verdadera que pudiese hacer
plantearse a una sola persona el más mínimo conflicto interior, debía
desaparecer. Así, desde los poemas de Shakespeare hasta la prensa del día
anterior eran totalmente distintos a lo que habían sido realmente. Orwell, por
tanto, es capaz de hacernos reflexionar: ¿el poder reside en la lucha y el
control o realmente se encuentra en la convicción y el juicio del adversario,
entendido como el conjunto de la población, que debe continuar viviendo en su
indiferencia y desconocimiento?
Una distopía como
esta, junto con otras muy famosas y alabadas como Un mundo feliz, Fahrenheit
451, El cuento de la criada o incluso la obra del mismo autor Rebelión
en la granja son necesarias en sociedades únicamente movida por el interés
y el control. La literatura puede servir, por lo tanto, para luchar por alcanzar
un objetivo comunitario, generando ese mínimo interés de conocer nuestro mundo
y a sus personas. Interés que acaba resultando inagotable.
Además, los elementos
utilizados en la novela como armas contra la libertad y el pensamiento son las
palabras. Quizás es la “Neolengua” el ejemplo más claro de esto: una forma de
formular, pero sin expresar, donde lo único que importa es manifestar lo
objetivo, mientras que todo aquello que es utilizado en el habla habitual y era
considerado como subjetivo y literario queda en el olvido. Si no existe palabra
para pensar, entonces el concepto que simboliza esa palabra no puede ser pensado
y por tanto, concluye en la desaparición de esa idea.
Desinformación,
lenguaje restringido, ideas extremas, convicciones morales alteradas… Novela
publicada en 1949, pero… ¿No os suena nada de esto, humanos del siglo XXI?
Javier Rosado BHC 1
EL MAGO DE OZ - REMAKE 2021
Nuestra querida Dorothy: ¡Menos mal que sobreviviste en aquel mundo! Un mundo donde los virus (a lo que tú llamas brujas) intentaban acabar con nuestro cuerpo (creo que tú dirías mundo), ¡tratando de destruir Oz y la ciudad Esmeralda! O, como nosotros diríamos: el cerebro y el corazón. ¿Era tu amigo el espantapájaros quien quería un cerebro? ¡Pues que lo cuide bien, que le pueden salir trombos! Y, por supuesto, que la mascarilla ocupe su rostro, que aunque no tenga nariz es una persona débil o de alto riesgo. Al leer tu historia, no recuerdo que os echárais gel después de tocar el sombrero dorado, y os podíais haber separado un poquito, que no veía yo la distancia de seguridad… ¡Pero, hombre! ¡Me acabo de acordar! ¡Si el coronavirus aún no existía en tu relato, y qué bien se veía todo desde esa perspectiva!
Esto que he escrito para comenzar mi artículo parece una bobada.
Seguramente a quien lo lea le puede resultar gracioso o divertido. A mí
únicamente me transmite pena. Actualmente, como todos bien sabemos, nos
encontramos en un mundo pandémico. Virus por aquí, virus por allá.
Hemos normalizado la mascarilla como un accesorio más, como coger
las llaves y el dinero antes de salir de casa, como ponerse el pijama antes de
irse a dormir. A mí esto solamente me transmite pena. Vivimos con el constante
bombardeo de noticias y titulares como: “La cuarta oleada se acerca”; “Se han
incrementado los casos de coronavirus en la Comunidad de Castilla y León, con
una ocupación de los departamentos UCI del 48%.” Un día lo coge tu vecino, al
siguiente lo coge Sergio Ramos, y el siguiente podrías/puedes ser tú. Vivimos
con la preocupación latente de quién será el próximo, rezando por no ser
nosotros mismos, ni ninguno de nuestros seres queridos. Yo lo llamo “notición
informativo de última hora versión Covid-19”.
He empezado el artículo extrañándome del mundo de Dorothy sin
pandemia. Realmente llegué a pensar por qué en las noches no volvían a casa a
las 22 horas si es que había toque de queda. Ese fenómeno que se produce en
nuestra mente es… terrorífico. Catastrófico. Hemos asumido nuestra realidad,
llegando incluso al punto de olvidar ciertos matices de la vida prepandémica.
Sólo nos queda reírnos. Reírnos de esto y de lo que nos rodea. Tenemos que
tomarnos en serio el problema que afrontamos, obviamente, teniendo en cuenta
las restricciones pertinentes. Pero no podemos dejar de reír, de sonreír, de
vivir, de soñar, de imaginar y de procurar ser felices. Debemos mirar hacia
delante, buscando la luz blanca al final del túnel, sólo eso.
Por tanto, he estado pensando unos días, desde que leí el libro, y
he reflexionado acerca de cómo sería El mago de Oz
en tiempos de pandemia. Resulta difícil imaginarse algo tal. Creo que estando el
covid presente en nuestras vidas, no es complicado imaginarse cómo sería una
ficción con covid. Invito al lector a reflexionar sobre ello, y a extraer sus
propias conclusiones. Así que, como a Dorothy, nos toca vivir y superar nuestra
aventura. Mirando siempre el lado bueno de las cosas, la fantasía verosímil, la
búsqueda de la felicidad.
David Blanco BHC 1
¿Y tú has sentido miedo?
Hay
muchas formas de miedo: miedo a hacer daño o a que otros nos lo hagan, miedo a
fracasar, miedo del que dirán, miedo a decepcionar, miedo a no poder controlar
la situación, miedo de nosotros mismos, miedo a morir, a ser olvidados. Miedo,
miedo, miedo.
Este
sentimiento ha cambiado según lo ha hecho la historia. En la Prehistoria
nuestros antepasados vivían aterrorizados por las grandes bestias y por
sobrevivir. En la Edad Media ese miedo se transformó en angustia de no morir en
la guerra, en pagar impuesto a los señores feudales o en que la cosecha diera
buenos frutos. Con el tiempo, en la Edad Moderna el miedo tenía diferentes
formas: para algunos era morir de hambre, enfermedad o luchando en la guerra;
para otros, más afortunados, de ser aceptados en sociedad, conseguir un buen
matrimonio o no perder su buena posición. Quizás fue en este punto de la
historia en el que los hombres conocieron una nueva forma de miedo: el miedo a
envejecer y morir sin haber vivido todo lo que ansiaron. Este sentimiento no se
distingue del que hoy en día predomina a pesar de ser épocas muy diferentes. Tal
y como le ocurre a Dorian.
Aunque
no todos vivamos en las mismas condiciones ni angustiados por los mismos
problemas, quién no ha tenido alguna vez miedo a morir mañana y no haber hecho
todo lo que hubiera querido. Y cuántas veces no hemos escuchado aquello de “hazlo
ahora mientras seas joven” La verdad es que vivimos rodeados de miedo y
actuamos movidos por él.
Seguramente
todos alguna vez hemos renunciado a algo por temor o no hemos disfrutado
plenamente de lo que estábamos haciendo. No podemos negarlo ni esconderlo,
vivimos con miedo. Hoy en día, existe terror a envejecer y no haber disfrutado;
ello explica todos los intentos de permanecer siempre jóvenes y todos los
retoques a los que seríamos capaces de someternos para atrasar un poco más
arrugas. Se ha llegado al punto de no ver la vejez o la muerte como algo
natural, como curso de la vida sino más bien como condena.
Nadie
escapa de este pensamiento, todos lo hemos sufrido y seguramente así sea hasta
nuestro fin. Pero ¿qué nos impide vivir como realmente queremos vivir? Nuestras
circunstancias personales o las críticas de los que no se atreven pero que, en
el fondo de sus corazones, desearían hacerlo.
Dicen
que es libre aquel que no vive con miedo, pero es muy difícil dejarlo atrás. No
es fácil no sentir pánico a irnos de este mundo sin haber hecho todo lo que
planeamos. ¿Acaso estamos planeando algo? El Señor Gray tenía su propio plan.
¿Cuál es el tuyo?
Tal
vez el auténtico miedo tiene que ser el haber vivido según las opiniones de
otros y no como nuestros propios dictámenes, aunque a veces eso signifique
fracasar.
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