Por
los alumnos de PMAR
Todas las tardes de los jueves, se nos preguntaba algo aparentemente muy sencillo en lo que nunca nos habíamos parado a pensar despacio: “¿Cómo me siento?” Hemos aprendido que no vale decir ni bien, ni mal, ni normal. ¡Qué difícil parece! Pero es que existen… infinitas posibilidades. “¿Qué me llevo de hoy?” Era otra de las rutinas de pensamiento. Podemos llevarnos de todo de tooodos los ratos del mundo: una risa, un pensamiento nuevo, un gesto amable, un cariño respetuoso, una mirada, un secreto, una verdad…
“¿Qué es lo que más me ha gustado?” Es una pregunta muy habitual y qué importante, porque… ¿A que no nos paramos a pensar qué es lo que más nos ha agradado de una clase, de un rato juntos con amigos, de una charla, de un paseo, de una actividad cualquiera con personas más o menos agradables? Pues también hemos aprendido a esto: a distinguir, a opinar, a juzgar sin hacer daño y de forma productiva y mejorable.
Vamos a intentar hacer un repaso de las muchas actividades que hemos llevado a cabo con Ana, la responsable del taller que hemos compartido en estas semanas.
· Una montaña. Una flor. Una playa. El polo Norte. Un corazón contento. Unos pies firmes en el suelo. Una noria. Un pez. Unas escaleras. Nunca imaginamos que una postal en el suelo podía servir para describir nuestro estado de ánimo.
·
Caos. Ruido. No nos escuchábamos. En
parejas debíamos dibujar lo que nos indicara el compañero. No podíamos ver
nada. No podíamos indicar con las manos. No podíamos aclarar nada de nada.
Solamente describir con la voz el dibujo que el otro no podía ver. Aprendimos a
escuchar y a confiar en el otro, porque no había más salida para llegar al
final. A controlar nuestros nervios, también. Qué estrés.
· Acabar la tarde con un poema, quién nos iba a decir a nosotros que hasta nos iba a gustar la poesía. El secreto está… ¿en la masa? ¡No! El secreto está en nosotros mismos, solo que no lo sabemos porque no nos conocemos del todo. Y nunca lo haremos de forma completa.
· Vitaminas emocionales. Las emociones caben en un tarro de cristal: amor, odio, tristeza, soledad, alegría, angustia (existencial), agobio… El objetivo era guardar únicamente las buenas para poder volver al tarrito cuando uno lo necesite y recordar que está lleno de sentimientos agradables.
· ¿Habéis probado, alguna vez, a recortar con tijeras entre dos personas un mismo papel? Es de lo más difícil que hemos hecho nunca. Ese día nos dimos cuenta de que las cosas rápidas salen rematadamente mal y que lo más importante está en pensar una estrategia antes de hacer algo y luego, y sólo luego, hacerlo despacio.
·
Una torre de espaguetis en dieciocho
minutos y, en lo alto, una nube de malvavisco. Debía ser la torre maaaaás alta
del grupo. Había torres altísimas, torres que duraron un soplido de 15
segundos, torres rotas, torres gemelas, torres pringosas, torres torcidas,
torres a la boloñesa…
Para
terminar todo esto que os contamos, lo más valioso que hemos aprendido es que
se puede avanzar en un montón de cosas personales desde los ejercicios más
sencillos y divertidos, que el único lugar desde el que aprender de uno mismo,
de los demás y de la vida, no son las clases, fuera también (aunque el insti
ayuda), que tras los alumnos y las profesoras que hemos compartido las tardes
hay personas iguales con miedos y certezas, con ilusiones y con desgana,
también, con esperanzas grandes y angustias pequeñas, que el respeto es la
llave para casi todos los caminos, que se puede contar todo si el ambiente que
se crea es de confidencialidad amable. Hemos descubierto que aunque nos cuesta
hablar sobre nosotros mismos y sobre nuestras relaciones con los otros, ¡nos
gusta! Sencillamente, no siempre tenemos claro cómo hacerlo. ¡Que nos ha
encantado el proyecto! ¡Que queremos repetir el año que viene! ¡Y que vuelva
Ana! (¡Y que Samir y Osama no hagan trampas cuando compitamos en parejas!).
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