Seguimos con el
lenguaje no verbal y nos centramos en esta ocasión en las “señales” que
muestran el hecho de fumar y la forma de hacerlo.
Para ello, recogemos las explicaciones
aportadas por Allan Pease y Barbara Pease en el libro titulado El lenguaje
del cuerpo. Según aquí se indica, los estudios realizados demuestran una
relación entre la alimentación del bebé y su posibilidad de convertirse de
adulto en fumador. Se ha descubierto que la mayoría de los adultos fumadores
habían sido alimentados con biberón, mientras que cuanto más tiempo pasó el
bebé con lactancia materna, menos posibilidades desarrolla de convertirse en
fumador en la edad adulta. La explicación estriba en que los bebés que se
alimentan de la madre reciben de ella un consuelo y un vínculo que el biberón
es incapaz de proporcionarles, con lo que de adultos presentan menos necesidad que otras personas criadas con
biberón de seguir buscando consuelo mediante el contacto con objetos. Según este
estudio, los fumadores utilizan los cigarrillos por el mismo motivo que el niño
se chupa el dedo.
Las investigaciones centran su atención
también en las diferencias entre los dos sexos al coger el cigarrillo entre sus
dedos: las mujeres suelen sujetar el cigarrillo en lo alto, con la muñeca
doblada hacia atrás formando un gesto de exhibición de muñeca y dejando al
descubierto la parte delantera del cuerpo. En cambio, los hombres fuman
manteniendo la muñeca recta y dejan caer la mano que fuma por debajo del nivel
del pecho después de expulsar el humo, manteniendo la parte delantera del
cuerpo protegida.
La dirección hacia la que se expulsa el humo
revela la actitud positiva o negativa de una persona hacia el exterior. Parece
que la persona que se siente superior o confiada en lo que ve o escucha,
expulsa el humo hacia arriba. La persona con un estado mental negativo, cerrado
o receloso, en cambio, expulsará casi siempre el humo hacia abajo.
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