viernes, 6 de marzo de 2015

CURIOSIDADES LINGÜÍSTICAS Y LITERARIAS 8

En esta nueva entrega de nuestra sección preferida, Ascen nos envía unos cuantos dichos más.


Dar en el clavo
Acertar en lo que se hace o se dice.
Este modismo parece aludir al antiguo juego infantil del “hito”, en el que los muchachos clavaban en el suelo un “clavo” o estaca y tiraban contra él grandes anillos de hierro o piedras, ganando el que dejara los suyos más cerca del clavo.

Dar la tabarra
Molestar, importunar insistentemente con algo.
Se llama “tabarra” a la molestia causada por algo pesado e insistente, en alusión a la “tabarra, tábarro o tábano”, una especie de avispa grande, cuya picadura causa intenso dolor y cuya amenazadora presencia es molesta.
  
¡Vete a la porra!
En general, esta expresión se utiliza para expresar rechazo dirigido a una persona.  Se trata de una expresión de origen militar, que alude al enorme bastón que llevaba el tambor mayor de los antiguos regimientos. Este bastón, muy labrado y rematado por un gran puño de plata, era conocido con el nombre de “porra”. Cuando el regimiento acampaba o se establecía en algún nuevo lugar, la porra era plantada en alguna parte del campamento militar decidido por el comandante, sirviendo a partir de ese momento para señalar el sitio adonde tenían que acudir los soldados en los periodos de descanso para sufrir el arresto impuesto por las faltas leves que hubiesen cometido. Por tanto, esta expresión era utilizada por los oficiales, al parecer, en tono absolutamente serio y formal, sin dureza ni violencia.

Sin ton ni son
Según el DRAE, esta expresión significa “arbitrariamente, sin ocasión o causa”. Antiguamente decían “sin tono y sin son”, y así aparece en Los sueños de Quevedo. El dicho procede del cantor que se salía del tono y sonido que le acompañaba, y, más en concreto, del baile fuera de la ocasión y la música oportuna.
  
A la tercera va la vencida
 En general, se trata de una frase hecha de signo optimista con la que se expresa que las cosas que han salido mal dos veces, a la tercera saldrán bien, exhortando pues a no desanimarse y perseverar hasta el final. Antiguamente, se aplicó en el particular vocabulario de la lucha corporal con el sentido contrario, refiriéndose a que la disputa se establecía al mejor de tres juegos, o bien a que tres derribos equivalían a la derrota final, proclamándose vencedor al luchador que conseguía derribar tres veces al adversario.

  Paralelamente hay que recordar también que en la práctica procesal del derecho penal común en los siglos XVI y XVII, se imponía la pena de muerte al ter furtum o “tercer hurto”. Por lo tanto, para el delincuente, como para el luchador, a la tercera iba la vencida.

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